El destino de una lagrima

«Cada lágrima enseña a los mortales una verdad». Platón

Una lágrima cristalina rodó por el rostro de la novia emocionada y se confundió con el agua de la lluvia de verano que corría en finas corrientes atravesando el parque donde se llevaba a cabo la ceremonia. Más allá, fuera de la finca, los hilos de agua se unían formando una pequeña correntada que bajaba con fuerza la calle llevándose la lágrima a un destino incierto, atravesó dos calles, giró a la derecha y se adentró en otro parque donde muchas personas con flores en las manos rendían homenaje a sus familiares fallecidos, allí muchas lágrimas de dolor y desamparo se unieron a la pequeña lágrima de emoción y continuaron viaje con ella llevados por la fuerza del agua que corría calle abajo.
En su recorrido el curso de agua bañó los pies de un pequeño que lloraba enojado porque la corriente se llevaba su barquito de papel y sus lágrimas cayeron al agua para sumarse a las anteriores; pero la calle aún descendía y seguía la corriente hacía
abajo, atravesó calles, parques y jardines, entró en una pequeña casa bastante precaria donde unos niños lloraban de alegría y emoción al recibir abrazando a su papá que había llegado en el barco de pesca luego de un mes de ausencia.
El curso de agua recogió las lágrimas de alegría de los pequeños y continuó avanzando hasta llegar a una pequeña capilla donde una fiel rezaba una plegaria con los ojos anegados en llanto, porque los ojos ven mejor a Dios a través de las lágrimas.
Sus lágrimas cayeron en el agua que continuó llevando su preciosa carga de emoción, felicidad, dolor, enojo, alegría, tristeza y soledad hasta la orilla del mar, allí el agua entregó su preciosa carga a las olas para que ellas las llevaran lejos,
adónde el hombre no puede llegar, adónde todo comienza y todo termina, allí donde el creador recibe las lágrimas de todos los ojos y toma cuenta de ellas.

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